Elvira, somos todos


Elvira PostlinkElvira es como muchas de sus congéneres en México, una mujer engañada. Como a muchas, la han abandonado.  Gustavo le dijo «Voy por cigarros» y nunca volvió.  En el desasosiego llega la crisis y la búsqueda de certezas es necesaria. Ella es madre de dos pequeños, quienes a su corta edad resulta complicado confiar qué es lo que sucede.

Elvira está confundida, necesita explotar pero no sabe cómo hacerlo. Apenas van 10 minutos de la cinta, escrita y dirigida por Manolo Caro, y esta ama de casa al borde de un ataque de nervios ya es entrañable.

Caro nos sorprende nuevamente, después del buen resultado de «No sé si cortarme las venas o dejármelas largas» con una estética plagada de pinceladas teatrales, muy al estilo  Almodóvar y Jean-Pierre Jeunet, mismas que envuelven al universo de Elvira en una anécdota que bien podría ser atemporal y universal. Todo de la mano de un ingenioso guión que refleja en la pantalla el silencio de una mujer en crisis.

La tensión y la comedia son dos características muy particulares de la cinta. Cecilia Suárez quien imprime en su personaje grandes gestos de inocencia e ingenuidad que evoluciona y progresa. Cada silencio de Elvira, vale oro. Cada verdad y mentira pronunciada de su boca nos lleva a la risa mientras tensionamos la quijada por que conocemos de fondo los grandes costales de preguntas que le dejó el abandono de Gustavo. Por otra parte, la mancuerna con Luis Gerardo Méndez resulta muy genuina sumada a todas las intervenciones especiales de actores como Mariana Treviño (Quien repite por tercera ocasión con Caro),  Vanessa BaucheAngélica Aragón y Angie Cepeda.

«Elvira,  te daría mi vida pero la estoy usando» es uno de esos productos que seguramente se volverán entrañables. Habrá que esperar las críticas y elogios de los especialistas, así como los grandes resultados en taquilla, mismos que quiero pensar no serán malos, tanto por su elenco como el gran esfuerzo publicitario de su distribuidora.

La culpa la tiene Netflix: Club de cuervos


La culpa la tiene Netflix
Detesto el fútbol pero amo Netflix y la posibilidad de ver la primera producción original hecha en México para la cadena de streaming me hizo creer que 40 minutos de soccer por capítulo valdrían la pena para ver «Club de cuervos«, bajo la dirección de Gary Alazraki. Otra razón de peso: el rol protagónico de Mariana Treviño, una joven y talentosa actriz que imprime siempre sinceridad en sus personajes. Podrá usted recordarla por su cómica intervención en «No sé si cortarme las venas o dejármelas largas» donde interpretaba a una secretaria del Ministerio Público o en «Tercera llamada» como la asistente de dirección más fiel.

Antes de iniciar la masacre confieso que soy devoto de las series hechas en nuestro país y odio los calificativos de que por ser mexicano ya es malo, pero «Club de cuervos» deja mucho que desear. Y donde más lo hace es en la producción, numerosos errores de continuidad que saltan a la pupila y distraen la atención del espectador para que este piense «Chale, ¿en serio? el jugador que hace medio segundo vestía bóxer ¿ya trae short?» o «¿En serio en un partido de fútbol profesional los jugadores del Cruz Azul no tienen números en sus playeras?» o «¡Un momento! El actor tenía la mano en otro lado.» y así un sinnúmero de detalles que nos hacen pensar que la producción sufrió de serios atentados en la falta de precisión.

Resulta insufrible entrar en la convención del mundo de Nuevo Toledo donde los medios de comunicación son recreados de manera abaratada, con actores haciendo de comentaristas deportivos que pareciera en su vida han visto Fox Sports o mínimo Los protagonistas. Insufrible porque no hay una coherencia a lo largo de la serie con detalles como éste. Me explico: mientras que el programa de deportes sucede, con un nombre y diseño más genérico que La Hora Nacional, convive con ejemplos reales como CNN, Expansión y la revista Quien. Y es que aunque la propuesta sea marcar una diferencia de calidad existente entre medios nacionales y locales, la verosimilitud de estos no se ve reflejada en las imágenes. Cubos de micrófonos hechos de madera, un símil de la revista TV notas cuyo nombre más creativo fue “TV Noticias”, etc. Eso y lo raro que se ven los flashbacks doblados para que el actor que interpreta a Don Salvador Iglesias de jóven tenga la misma voz que el actor viejo, sin que nos demos cuenta.

Sin duda el reto más grande fue llenar el estadio y que no se notara la manipulación digital o los trucos de edición para maquillar las butacas vacías, al menos hasta el capítulo 6, ahí donde voy. Uno a uno, los pequeños detalles ante la cámara provocan que la credibilidad tire a la trama, que hasta ahora ni siquiera he mencionado, porque la anécdota en realidad buena y la mayoría de las actuaciones valen la pena.

La primer serie mexicana con el sello «Original de Netflix» me hizo pensar de más y dejarme llevar por la grandiosa y creativa campaña publicitaria que hay detrás de esta producción. Quizá la culpa la tiene Netflix, por bombardearnos de las grandes referencias internacionales que nos obligan a esperar un nivel de calidad superior casi rosando con el estándar HBO. Tampoco es que esperáramos una manufactura idéntica a la de «House of cards» o un «Orange is the New black» pero al menos respeto en los detalles.

Si Club de cuervos« se hubiera estrenado en un canal como el 5 quizá los elogios hubieran sido otros, pero asumir eso sería mentir, series cuidadas hemos tenido, sobran ejemplos de “Alguien más”, “Paramédicos”, “Niño Santo”, “XY”, “Soy tu fan” o “Bienes raíces”, todas transmitidas Canal Once

De cualquier manera lo invito a hacer un lado lo anterior y juzgar por sus propios ojos, valorar la serie y determinar si es mejor el guión que la producción y si la comedia de la anécdota y las actuaciones del buen elenco liderado por Luis Gerardo Méndez, Mariana Treviño  y Daniel Giménez Cacho nos harán aclamar una segunda oportunidad en forma de temporada.

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